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26 de enero de 2010

Nicolas Spinosa












Nicolas Spinosa











Nicolás spinosa


Buenos aires; 13 de febrero de 1974

Se dedica a la actividad plástica desde muy joven. En 1992 comienza sus estudios de Grado en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires Prilidiano Pueyrredón, obteniendo la Licenciatura en Pintura en 1996. Entre 1998-2000 realiza cursos de Doctorado en la Universidad de Barcelona. Además de su formación académica complementó su carrera realizando estudios de fotografía, estética, filosofía, humanidades y cultura visual. Actualmente vive en Barcelona.





Tejidos 2008-2009










"Las tres Moiras, Átropo, Cloto y Láquesis, regulaban la duración de la vida desde el nacimiento hasta la muerte, con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba y la tercera cortaba cuando la correspondiente existencia llegaba a su término. Estas tres hilanderas son hijas de Zeus y de Temis, y hermanas de las Horas."











































Aun en el cuerpo


"Y quiero saber si la esperanza era un compromiso con lo imposible"

Clarice Lispector, La pasión según G.H

El proceso de investigación que vengo desarrollando en los últimos años intenta ser una reflexión en torno a lo imposible. Imposible en tanto experiencias o saberes que no pertenecen a la realidad sino que se inscriben en el campo de lo Real y por ello no pueden ser apresados dentro de una lógica positivista y fáctica. Lo imposible no tiene palabra que lo designe, no se puede racionalizar ni decir. Sin embargo es necesario descifrarlo porque de ello depende el sentido de nuestra existencia. Lo que no está y no se ve necesita imperiosamente ser nombrado. ¿Cómo? ¿A través de qué lenguaje? ¿ Cuál es el camino que nos lleva a la misteriosa casa de esos nombres que en forma de imágenes se entregan a la elección? Como humanos arrojados a ello, pasamos al eterno juego de la prueba y el error, ya sin ánimo de encontrar una senda definitiva, sino más bien con la urgencia de construir camino en el ir haciendo, a fuerza de dejar huellas. La pregunta es entonces ¿cómo ponerlo en obra? ¿Cómo operar? ¿Cómo obrar?
Mi propuesta de trabajo busca encontrar "un gesto" que surja del cuerpo y que articulándose en la obra intente acercarse, atravesándolo, a una porción de lo Real. El proceso está en la retroacción del operar mismo, en donde el "reflejo" es nada más y nada menos que eso: su "reflexión", ergo, su volver a plegarse en sí mismo. La forma de lo sin respuesta resuelve en la indeterminación el puro todo que con-forma.
A lo imposible no lo podemos saber, pero lo conocemos con el más poderoso de los sentidos: la intuición. Le podemos llamar amor; le podemos llamar carencia, deseo, falta, alteridad. Podemos darle la categoría de tiempo o espacio. Podemos decir que es lo mistérico, lo divino, lo sagrado o lo absoluto. Podemos darle infinitos nombres, pero aún así, ¿tendremos la certeza de haberlo nombrado?
La morada de lo humano es ese imposible. Mi obra intenta acercarse, tocar o inscribir un gesto en lo imposible, para darle alguna forma (aunque temporaria) y poderlo pronunciar. El gestar y el pronunciar necesitan de un cuerpo, de un medium que los articule, que pueda aglutinarlos y convertirlos en ¿realidad? Mi trabajo apunta a investigar qué lugar le queda al cuerpo frente a ese imposible, cuáles son los nombres que el cuerpo le puede ofrecer, cómo es su grafía, qué inscribe, dónde y cómo. La obra es el campo de batalla de ese cuerpo-medium frente a la cosa que no se puede decir, pero que sí puede (y necesita) nombrarse.
Lo imposible, entonces, es indecible, impensable e incognosible pero aún así el cuerpo necesita nombrarlo, necesita gestarlo y ponerlo en acto. Construir una metáfora que permita asirlo, hacerlo carne . Así la metáfora que hoy encuentro para ponerle el cuerpo a lo imposible es la muerte.
¿Por qué la muerte?. De lo único que tenemos certeza es que hemos nacido y que vamos a morir. Desconocemos qué hubo antes, qué hay durante y qué viene después. Morir: de eso sí estamos seguros y con ello y en ello debemos andar. La muerte se transforma así en nuestra única posibilidad de existencia. Vivir es, entonces, vivir para la muerte. Vivir la muerte. Vivir en la muerte. Sin la muerte no hay habitar.
El cuerpo de mi obra quiere estar-siendo, no necesariamente transgredir los límites de la forma, sino ser huella, ser gesto él mismo.
Siguiendo a Heidegger, la obra, en tanto que obra, levanta un mundo. "La obra mantiene abierto lo abierto del mundo ". La obra hace mundo y nos invita a habitar en él. En este mundo a través del instalar y obrar de la obra, emerge el acontecimiento que posibilita el espacio emergente de aquello que, ocultándose, se deja ver.

Nicolas spinosa, barcelona 2007











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